Ésta semana surgió una pregunta en Artbox sobre la tinta que no corre en las plumillas. Se trata de instrumentos que en la actualidad no tienen un uso muy generalizado, con lo que su mantenimiento no es excesivamente conocido.
Las plumillas se fabrican con una fina lámina de acero al carbono que en fábrica se recubre de aceite para que no se oxide hasta su venta. El acero inoxidable es demasiado rígido para conseguir una lámina tan fina que no se rompa, mientras que el acero carbono es más flexible y permite su uso en las plumillas.
Por eso, antes de su uso, es necesario eliminar el aceite de protección que cubre el depósito y en especial el canal que va de éste a la punta de la plumilla. Los tratados más antiguos recomendaban acercar la punta de la plumilla a una llama para quemar el aceite y así eliminarlo. Éste tratamiento tiene el inconveniente de poder calentar en exceso la plumilla y deformarla.
Un método menos agresivo puede ser emplear un desengrasante —los productos habituales para limpiar cocinas, por ejemplo, o alcohol de quemar— retirándolo luego con un paño de algodón o un papel absorbente que no suelte fibras. Una pasta de jabón tipo pierre verte —sección de bricolage o barbacoas— puede ser también útil. A veces basta con ponerse un poco de jabón de manos y agua en la palma de la mano y lavar la plumilla con ello.
Hay que tener en cuenta dos cosas. Primera: lavar o frotar siempre en la dirección de la tinta —de la parte del palillero hacia la punta y no al revés— o se corre el riesgo de estropear la punta. Segunda: una vez eliminado el aceite de la plumilla hay que secarla a la perfección después de cada uso ya que al no tener ya la capa protectora se oxidará con cualquier gota de agua que le quede.
¿Algún consejo más, amables lectores?
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